viernes, 12 de marzo de 2010

HISTORIA Y EVOLUCION DEL PETO


Como todos los aficionados conocemos, en las corridas de toros antiguas, los caballos de picar salían a la plaza totalmente desprotegidos por lo que la mortandad en los encuentros con los toros era muy elevada y el espectáculo de los caballos muertos en la plaza era muy desagradable.los picadores de la época citaban a caballo parado, se agarran con los toros para hacerles el mayor daño posible, sin importarles la suerte del animal que montan, ni las caídas. Además consideran que el mejor caballo para picar es el caballo herido, puesto que está más pesado y carece de brío para moverse, que es lo que desean. Así era la suerte de picar hasta que surge el peto que humaniza la fiesta, consiguiendo la protección de los equinos.

Con el peto se cambia radicalmente el curso de la suerte de varas y del propio toreo. no cabe duda que existe una fiesta antes del peto y otra totalmente distinta después de su implantación.

Es en 1.926, cuando Primo de Ribera, encarga una comisión para que estudien los posibles cambios que se puedan hacer en el primer tercio de la lidia. Los picadores de esta época, entienden la suerte de varas de una forma muy distinta a la que practicaban los grandes maestros del pasado.

En 1.928, entra en vigor el primer modelo de peto, este era de una pieza, con la parte exterior de paño fuerte de color gris y el interior de lonas de algodón, terminado con una guarnición de ribetes de cuero. Iba además dotado de un faldoncillo enguatado de una cuarta de largo para proteger la bragada del caballo.

Los picadores le pusieron el nombre de caparazones o galápagos por evocar la forma de ese reptil. Cubría solo los pechos, el vientre y la bragada del animal.

Se quejaron los picadores de este peto, porque la dureza e inflexibilidad de los materiales proporcionaban que, en los encontronazos con el toro, salieran despedidos de la silla, contribuyendo a las peligrosas caídas causadas por la violencia con que el jinete iba por los aires.

En 1.934, se aprueba el segundo modelo, que pesa 15 kilos, y lo presenta D. Cipriano Reyes Ortíz, de Palencia. Costaba de dos lonas impermeables con una capa de algodón también impermeabilizado y un moteado de cáñamo, dos telas rectoras de primera calidad, con otra capa del mismo algodón y otro moteado, otra tela rectora igual y otro doble capa de algodón, cubriéndose esta última capa con una lona de color marrón y un moteado, cogiendo todas las telas y lonas del susodicho peto. El moteado era de estambre, llevando también este peto, correas para abrochar y desabrochar, y de tirante en la parte central para evitar la subida de los estribos.

El aumento del peto ha sido un contraste desde su aparición. El Reglamento de 1.992 admite un peso de 25 kilos, con una tolerancia de cinco más debido al uso.

En la actualidad el Reglamento admite 30 kilos de peso. En cuanto a su tamaño y complejidad, el de hoy, no solo cubre la bragada, vientre y pechos del caballo, sino también la parte inferior del cuello, la culata y las patas del mismo hasta la cuartilla.

Para poder vestir al caballo y tenerlo preparado antes de una corrida de toros, hacen falta como mínimo entre cinco y seis personas, a los que se les llama monosabios, (otro día hablaré de ellos), y son los encargados de vestir al animal, la conservación y el montaje de las puyas en las varas de picar, asistir a los picadores y al caballo en las caidas, reparar los atalages en trances urgentes, rematar al caballo si a causa de una cogida hubiera recibido una herida mortal, etc.

espero que esta entrada sirva de alguna utilidad.

2 comentarios:

  1. UN PICADOR DE SEVILLA

    Retrepado estaba en la barbería
    siendo cliente y habitual tertuliano,
    manteniendo un periódico en la mano
    y hojeando sus páginas leía.

    Sentencioso y de una gran bonhomía,
    nunca le oyeron que jurara en vano
    y más que Sancho era hidalgo Quijano
    de aquellos que rezuman hidalguía.

    Mas al leer la reseña taurina
    sobre una plaza del norte de España
    y por colapso muerte de un piquero,

    indignado exclamo:"Toros de ruina,
    si usan la cola y matan con saña,
    la puya entrego y pique el Espartero.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  2. UNA ANÉCDOTA DE RAFAEL EL GALLO
    "A mi me han ocurrido tantas cosas por esas
    plazas de Dios que haría falta escribir
    un libro para contarlas".
    (El Gallo)

    En mañana de domingo,
    estando el Gallo en la fonda,
    al sol la cabeza monda
    y de nadie hacer distingo.

    Fue anunciada una visita
    y se presentó un paisano
    con un niño de la mano,
    y una carta bien escrita.

    -Amigo,¿qué se le ofrece?,
    él se interesó cordial,
    en él la norma habitual
    por eso del bien parece.

    -Le vengo recomendado
    del obispo es esta firma,
    léala y así confirma
    que es la firma de un prelado.

    Yo quiero ser picador,
    que es el sueño de mi vida,
    y antes que la edad lo impida
    ser en el coso un actor.

    El Gallo estaba perplejo,
    guiñando continuamente
    si ante él había un demente
    o un individuo complejo.

    -Veamos,¿años que tiene?
    -Maestro, yo treintaicinco
    y sin picar pronto la hinco,
    solo esta fe me sostiene.

    -Y su profesión u oficio?
    -Maestro soy carpintero,
    siempre garlopa y tablero,
    y haciendo mucho orificio.

    -Óigame usted, buen hombre,
    yo cuento con mi cuadrilla
    que me entiende a maravilla
    y usted carece de nombre.

    Esto no es sembrar lechugas,
    hay que empezar desde abajo,
    aquí no vale un atajo
    ni empezar teniendo arrugas.

    Toreamos en Madrid,
    primera plaza del mundo,
    aquí el toreo profundo,
    después zumo de la vid...

    Por respeto a monseñor
    le llevaré de reserva,
    y le mantendré en conserva
    pues me temo lo peor.

    La corrida salió bronca,
    y toreros y piqueros
    miraban a los chiqueros,
    temiendo a la gente ronca.

    Se lleno la enfermería
    de gentes del castoreño
    en el calor agosteño
    como barcas en la ría.

    Y faltando picadores
    precisaron de nuestro hombre,
    ocultado en un descombre
    entre ahogos y temblores.

    -¡Vamos, rápido! Te toca.
    -A mi no, soy carpintero
    y hoy no me siento torero,
    ni como la vaca loca.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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